sacramento de la amistadLa amistad es algo sagrado, pero no es algo fácil. El amor y la amistad nos sacan de nosotros mismos, sí. Y eso es ciertamente algo bueno. Pero si no hay nada en nosotros que sea solo nosotros mismos, no hay nada en nosotros para regalar. La dirección espiritual, la “ amistad santa”, se encuentra en todas las tradiciones espirituales. Pero el propósito no es apegarnos a alguien más sabio que nosotros: el gurú, el gran guía, el maestro espiritual, el bodhisattva, el santo. El propósito de la dirección espiritual es permitirnos llegar a ser santos nosotros mismos. “¿ Cuál es el propósito de un maestro?” preguntó el discípulo al sufí. Y el Sufi respondió: “ Para hacerte comprender el valor de no tener uno”. Sin embargo, parte del proceso de convertirnos en nosotros mismos radica en tener a alguien contra cuya sabiduría podamos poner a prueba la nuestra. Está en aprender a decir nuestra verdad. “ Cuando tenemos amigos y realmente compartimos nuestra verdad con ellos, cambia la forma en que son las cosas de adentro hacia afuera”, escribe Donna Schaper. El problema es que una vez que llegamos al punto en que tenemos nuestra propia verdad, tenemos que decidir cuándo es correcto, cuándo es seguro compartirla. La lucha es real. La amistad espiritual no pretende ser una muleta. No pretende convertirse en un sustituto del autocontrol o de la autoobservación que nos invita a crecer. Está destinado a ser un puente para el desarrollo del yo. La amistad, del tipo que nos desarrolla, nos permite llevar nuestras propias cargas ayudándonos a comprenderlas. Nos da la confianza para actuar por nuestra cuenta, así como para compartir nuestros pensamientos, nuestras preocupaciones, con el otro. La amistad nos permite convertirnos en nosotros mismos, no en un duplicado de otra persona. “ Amigo” es una palabra que Occidente usa a la ligera, casi sin sustancia. Amigo se ha convertido en sinónimo de alguien con quien pasamos tiempo. Proporcionan una medida por la cual nos evaluamos a nosotros mismos: nuestras respuestas emocionales, nuestra apariencia física, nuestra agudeza intelectual, nuestra deseabilidad social. Son una parte muy necesaria de la vida. Nos validan, nos acompañan, nos ponen en contacto con el mundo. Pero, en general, no exploran el territorio de la psique con nosotros.En la tradición espiritual, por otro lado, amigo significa la persona a la que desnudé mi alma, no en un torrente de interés propio narcisista, sino en la forma en que buscamos oro en la roca. Con cuidado. Reverentemente. Mi amigo es el que veo que es más sabio que yo. Este tipo de amigo se encuentra en medio del torbellino espiritual y extiende una mano sobre las rocas. Este tipo de amigo ofrece más que presencia, más que compañía. Cuando los demás se aferran, este amigo simplemente nos libera para ser nosotros mismos. Y espera. Esta es la persona a la que recurrimos sabiendo que encontraremos sustancia insondable y comprensión sin evaluación. “Un amigo”, escribe Anne E. Carr, “es aquel que sigue siendo fundamentalmente un misterio, inagotable, nunca completamente conocido, siempre sorprendente.” Después de años de comunidad y amistad, comprendí que necesitamos amigos que puedan ser ellos mismos, vivir sus propias vidas, ser sus propias personas, seguir su propio camino y permitirme hacer lo mismo.
Amar al otro sin soltarse, honrar la plenitud de uno mismo sin perder de vista al otro, ese es el sacramento de la amistad.
Al final, la amistad debe ser a la vez luz y libertad. Solo cuando somos verdaderamente nosotros mismos podemos realmente ser buenos para los demás. —de Called to Question (Sheed & Ward), de Joan Chittister |
|
|
Comentarios
Publicar un comentario