Jesús de Nazaret y la mujer jorobada.

 


Olga Lucia Álvarez Benjumea ARCWP*



 

La historia contada acá es ficticia, pero basada en hechos reales, narrados por el evangelista Lucas 13:10.17 de paso no olvidemos que Lucas era médico.

No sabemos que enfermedad tenía, el concepto que da el evangelista diagnosticando es que esta “padeciendo enfermedad por un espíritu”.

Les invito a fijarnos en la actitud de Jesús. Se ve que Jesús era un buen observador, pues se dio cuenta de la presencia de la mujer y la llama.

La mujer se le ve tímida, acomplejada. Esta muy triste, muy enferma.

Jesús, se da cuenta que lleva 18 años victima de “un espíritu”. ¿Se lo dijo ella? Por curiosidad, preguntaría ¿cuántos años tendría esta mujer? Que le hizo llegar al templo. ¿Sabría que Jesús estaba allí?

Jesús miraría, el rostro de dolor, que esta mujer traía? ¿Por qué está sola? ¿No tiene familia, marido, ni hijos? ¿Quién la cuida, quién le ayuda, quién vela por ella?

¿Cuál es la situación vivida por esta mujer? Es soltera, viuda, abandonada, divorciada, Nadie le da empleo.?

Jesús, se fijó en ella. Buen dato.

Los demás varones, que estaban ahí, todo lo miraban por el rabillo del ojo, estaban pendientes para juzgar y condenar a Jesús. Se fijan en la mujer jorobada, para cuidar en que no viole la Ley ya que si está enferma es una mujer impura. Esto me hace recordar, la forma tan rigurosa y celosa, con que las autoridades eclesiásticas, están pendientes de que nosotras las mujeres no violemos cánones y normas que nos marginan e impiden el servicio ministerial dentro de la Iglesia.

Cuando Jesús la llama, ahí tiene su primera crítica. ¿Un hombre hablando en público y además en el templo con una mujer? ¿Qué le pasa a Jesús, el hijo de María que viola, las costumbres, leyes de su cultura y religión?

Jesús es acaso, conocedor de los desastres que ha traído consigo el sistema patriarcal incluso hasta nuestros días y la forma cómo se trata a la mujer en su tiempo?

Mientras los gruñones de los jefes religiosos, están mirando a Jesús para buscarle la caída, sobre todo haber sino cumple con las normas y leyes como judío, pues ellos están apegados a la letra, sin importarles que se atropelle al ser humano.

Uno descubre la forma espectacular y humana, de cómo Jesús está preocupado por esta mujer sin importarle nada, se dirige a ella, dándole su apoyo, su estímulo, haciendo que ella tome confianza en si misma. Esto es definitivamente muy apasionante para la sanación de esta mujer. La medicina de Jesús fue: “Mujer, quedas libre de tu enfermedad”.  Era algo así como un tú puedes. ¡Tú eres capaz!

Ella levanta su cabeza, se encuentra con la mirada de Jesús que le inspira seguridad, confianza. Se siente valorada, apreciada, importante. Sobre todo, su voz, le estimula y produce un efecto de felicidad, el verse plena de que si es capaz de andar con la frente erguida. Es tal el impulso que esta mujer siente, que su felicidad no la puede esconder, tiene que compartir el efecto sanador de Jesús y parece que su mensaje llega hasta nuestros días, dándonos impulso para anunciar la Buena Nueva, como si nos dijera: si es posible cambiar, si es posible salir adelante. Pero, sobre todo si es posible sentir que alguien le ama, alguien le espera, hay alguien a quien servir. ¡Y si se le veía como una mujer anciana y acabada, su rostro quedó iluminado y rejuvenecido!

Esto no esta en el texto, porque al escritor estos detalles no eran de su interés.

A nosotros si nos interesa, porque necesitamos crecer en calidad humana, renunciando al prestigio, al individualismo, al egoísmo, al protagonismo, es la única forma en que el anuncio de la Buena Nueva, haga su efecto, en el hogar, en el barrio, en el trabajo, en la comunidad de fe.

Nos despojamos de esos “18 años” que por no tener la cabeza levantada nos ha privado de ver, sentir, gozar de la presencia divina en nuestro ser, que nos colma de energía y entusiasmo, que nos eleva la dignidad a la que tenemos derecho, porque la dignidad de ser hijas de Dios, no es exclusividad del sistema patriarcal.

 

*presbitera católica romana

 

Envigado, Septiembre 1/22

 

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