Olga Lucía Álvarez
Benjumea ARCWP*
Como una bendición de la Esencia Divina, he tenido la
oportunidad de concelebrar la Eucaristía con una familia de puras raíces campesinas, que
viven en uno de los sectores más afectados y abandonados por el Estado de
nuestro país.
Aquí la población no cuenta con agua potable, el acueducto
llega, pero en tanques y lo que la gente puede recoger de agua de lluvias, la
vía es estrecha, y parte de ella sin asfaltar. Sin presencia del Estado, los grupos juveniles, se encargan de la vigilancia del sector, los habitantes les pagan su cuota por este servicio.
Es un ambiente donde todo se comparte: “vecino,
me regada un poco de agua”; “vecina me puede regalar un poquito de sal” esto es
algo que en otros sectores no se escucha y menos se conocen entre sí.
La familia, me ha invitado a celebrar el día de la
Madre con ellos. La señora Ana, una mujer que ha tenido 12 hijos.
Varios de sus hij@s, niet@s, cuñad@s, sobrin@s
se hicieron presentes. Junt@s prepararon un buen sancocho. Fue una gozada ver a
los muchachos, haciendo los preparativos, preparando el fogón, pendiente de la
leña, atendiendo a quienes iban llegando ofreciendo un buen café y luego disfrutando
un rico almuerzo con sabor montañero.
Prepararon el altar. Que la mesa, el mantel, las flores, las luces, el Cristo y el ambiente adornado con globos de colores. Era lo mejor que querían ofrecer a su madre, hacer de la Eucaristía una fiesta de agradecimiento a la vida.
Dos personajes robaban nuestra atención la Señora Ana
y una pequeña recién llegada a la familia Violeta. Ellas dos, bien nos podían
representar el pasado y futuro en presente.
En el momento de la presentación de ofrendas, Violenta
fue presentada y bendecida en su comunidad familiar. A la abuela le presentaron
los obsequios que le traían. Era imposible no decir a la Divinidad en ese
momento: “Todo es tuyo, ¡oh! Esencia Divina, y de lo que es tuyo te damos”.
Tod@s participamos en la consagración del pan y del
vino, extendiendo las manos y diciendo las palabras de la consagración.
Tod@s estábamos invitados a recibir las especies: Los
dones de la Divinidad, para el pueblo de Dios, el pan y vino, los tomamos con
fe y agradecimiento.
Era hacer manifiesto el derecho a la vida en plenitud,
donde compartíamos todos aquellos elementos que nos permiten vivir la vida, en
amor fraterno y gratitud, en la añoranza de la Justicia y de la Paz para
nuestro pueblo.
Nos acompañó en el altar por primera vez Manuela, nieta de la señora Ana, hija de Lucero, nuestra compañera presbitera.
REPORTE GRÁFICO DE LOS MOMENTOS VIVIDOS.
Comentarios
Publicar un comentario