JUEVES SANTO, PREPARANDONOS PARA ENTERRAR LA MUERTE.


Olga Lucia Álvarez Benjumea ARCWP*

 

Creo que el servicio de enterrar la muerte nos toca a mujeres y hombres, no es un servicio exclusivo solamente para los varones.

La celebración del Jueves Santo, nos presenta varios mensajes de manera explícita y clara, aunque por las interpretaciones que se han hecho de ello, no lo nos lo dejen ver muy claramente. No voy a referirme a las interpretaciones conocidas, voy a compartir el mensaje de la Buena Nueva con ojos de mujer.

Después de la lectura del Evangelio, tenemos el momento del ritual del lavatorio de los pies.

Hemos invitado a participar, a jóvenes, adultos mayores; mujer, hombre y representación afrocolombiana.

El acto de lavar los pies a cada uno de ell@s para mi tiene dos sentidos: 1) Hacerles sentir personas importantes con profundo respeto. 2) El lavar los pies con sinceridad, humildad, pedirles perdón, por la forma como la sociedad, cultura y religión les ha tratado.

Para mí era importante en dicho rito, quedar limpi@s de todo aquello, que nos impide construir la PAZ en nuestro país, y en el mundo entero.

Como herman@s, en nuestra juntaza, nos disponemos a celebrar la Eucaristía. Hay entre nosotr@s algunos que no son de los nuestr@s diría alguien, como le dijeron a Jesús: Marcos 9:38-39. No hacemos exclusión de nadie, ya que, si buscamos la unidad de los cristianos, a través del ecumenismo. El ecumenismo se hace presente cuando hay comunión.

Cuando estamos en el momento de la consagración. Tod@s somos invitad@s a decir con la (el) celebrante las palabras de la consagración, que son las palabras de Jesús, no palabras nuestras, que nos invita a asumirlas, a hacerles realidad, mediante nuestro compromiso y compartir solidario:

1 Corintios 11:23-25

23 Las enseñanzas que les traigo son las mismas que recibí del Señor: la noche en que el Señor Jesús fue traicionado, tomó pan, 24 y después de dar gracias a Dios, lo partió y dijo: «Este es mi cuerpo que doy por ustedes. Cómanlo como recordatorio de mí». 25 De la misma manera, después de comer, levantó la copa de vino y dijo: «Esta copa es el nuevo pacto entre Dios y su pueblo, que es sellado con mi sangre. Cuando beban el vino de esta copa, háganlo para recordarme».

A más de un@ estas palabras pueden sonar chocantes y revolucionarias, por eso le condenaron y asesinaron públicamente. Las palabras de Jesús, han sido y son su legado de liberación. Tod@s y cada un@ nuestros cuerpos y sangre recordando las palabras de Jesús, ponemos al servicio de los más necesitad@s a través de nuestro servicio, y compartir mutuo, en nuestras comunidades.

Estos días nos invitan a tomar conciencia para enterrar la muerte, como lo hizo Jesús en su resurrección. Es hora de enterrar la muerte en nuestro país, que sufre y ha sufrido los efectos de la violencia, propiciado por el sistema patriarcal, que promociona la división, la guerra y la muerte.

El legado de Jesús, fue para mujeres y hombres, no lo hizo exclusivo solo para los varones. El escritor sagrado no pudo arrancar de su pluma el dejar escrito, aquel mensaje que le entregó a María Magdalena y a las otras mujeres: “Entonces Jesús les dice: No temáis: id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán.” Mateo 28:10.

El legado de Jesús es: “He venido a traer vida y Vida en abundancia”. Juan 10:10.

No más culto a la muerte.

Como mujer presbitera me sigo preguntando cuál es el interés de que las mujeres no nos involucremos en el anuncio de la Buena Nueva, ¿y se nos vea como un peligro, cuando celebramos y compartimos la Eucaristía en nuestras comunidades?

Qué Jesús, solo escogió varones, falso. ¿Qué la puerta está cerrada? No existe puerta cerrada, tarde que temprano, será abierta por algún buen cerrajero. Amén.

 

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