Mamá, ¿Judas es negro? Efectos de la representación de la raza del cristianismo occidental

| Marta Vergara

 Ilustración de los discípulos de Jesús en la biblia ilustrada de una conocida editorial española.

 

Mi hermana estaba contentísima. En la iglesia le habían regalado una biblia ilustrada para su peque, que recién cumplía un añito. Pero cuando la abrió para leerle una historia, se encontró con algo que no esperaba: en la ilustración de los discípulos de Jesús todos tenían diferentes tonos de piel clara excepto Judas, que era negro.

Me llamó preocupada y le animé a ponerse en contacto con la editorial, una empresa evangélica española que debía ser bastante conocida. Pero de ahí todo fue a peor. Desde minimizaciones hasta justificaciones, pasando por, simple y llanamente, mentiras. ¿Por qué tanta reticencia a ver un “error” tan nocivo? ¿Por qué tanto empeño en perpetuar el daño tan obvio de los 700000 ejemplares que han vendido, enseñando a 700000 niños alrededor del mundo a vincular estereotipos racistas con la Biblia?

El psicólogo martiniqués Frantz Fanon explica los efectos psicológicos del racismo en niños en su libro Caras negras, máscaras blancas. En sus estudios concluye que los niños negros interiorizan inferioridad, y los niños blancos superioridad incluso antes de salir de su comunidad, debido a la representación racista en los medios escritos, audiovisuales, publicidad, etc. También es célebre el sermón del Reverendo Martin Luther King Jr. donde denuncia el lenguaje racista que asocia el color negro con todo lo malo y el blanco con lo bueno.

Los cristianos sabemos, o deberíamos saber que el cristianismo no es una religión occidental. Sin embargo tendemos a olvidarlo, por un lado por nuestra endogamia cultural, y por otro por la minuciosa labor eurocéntrica de la religión imperial desde Constantino en el siglo IV. Según Philip Jenkins en The Next Christendom, este cristianismo es curiosamente el más minoritario a nivel global, siendo residual en Europa desde la II Guerra Mundial, y en declive en Estados Unidos. Eso no impide que hoy en día, una religión originaria de la frontera entre África y Asia se siga considerando “blanca”, e incluso sea usada en discursos de ultraderecha como estandarte cultural contra el extranjero no blanco y hereje.

Los museos europeos están llenos de escenas bíblicas protagonizadas por personas de piel nívea, empezando por la figura de Cristo. Cuanto mayor es la virtud, más blanca la piel. El Jesús blanco también está muy presente en la cultura popular, siendo Cabeza de Cristo de Warner Sallman –el cuadro de un Jesús rubio y con ojos azules– la obra más conocida de la historia de Estados Unidos, y muy protestada durante el movimiento de los Derechos Civiles. Como contrapunto está la representación de la piel negra como manifestación del pecado, como el personaje de Judas en Jesucristo Superstar, o como Lucifer en la reciente Hijo de Dios. He escuchado justificaciones que pretendían ser bíblicas, atribuyendo este tipo de representaciones a versículos que hacen alusión a la luz vs oscuridad. Sin embargo, ir de la iluminación a la melanina es un salto argumentativo muy grande que se queda sin explicar. La respuesta la encontramos varios siglos después de Cristo en las empresas proto-coloniales de los imperios occidentales “cristianos” –como las cruzadas– que escogieron la pigmentación de la piel de sus oponentes como elemento identificativo de los enemigos de la cristiandad. Vincular su color de piel con la herejía ayudó a deshumanizarles, y otorgar así una base racional y espiritual a su esclavización, empresa que ha hecho del próspero occidente lo que es hoy. Para justificar semejantes salvajadas se crearon mitos como el de que las personas negras son descendientes de Cam, que adquiriría piel negra tras la maldición de su padre Noé.

“La redención de Ham” del pintor español Modesto Brocos, 1895. En este cuadro vemos a una abuela negra agradecida porque su hija mestiza ha tenido un niño blanco.

 

Este legado racista del cristianismo ha permeado no solo la ficción (literatura, cine, dibujos animados, etc.) sino el día a día de las noticias, programas de humor, realities… de los que nos nutrimos constantemente. Así, no es de extrañar que nos parezca absolutamente normal encontrar una biblia de niños con un Judas negro, y racionalizarlo y pasar página cuando nos lo cuestionan. Tampoco que los liderazgos de nuestras iglesias no representen la diversidad de sus congregaciones. Ni tampoco la jerarquía cultural en muchas de nuestras iglesias, donde las culturas más “blancas” se consideran mejores y las demás se relegan al Día de las Misiones en el mejor de los casos. Ni que la iglesia española paya esté segregada. La normalización del racismo cotidiano es natural en un cristianismo cultural donde no hay lugar a la convicción de pecado que trae el Espíritu Santo.

¿Cuánto tiempo seguiremos permitiendo y minimizando a los Judas negros, aún conociendo sus devastadores efectos en nuestros hermanos? No sé si veremos el día en el que la iglesia occidental lleve a cabo el ejercicio espiritual por excelencia: el arrepentimiento. Yo mientras he encontrado una Biblia para mi sobrino, que se titula Historias bíblicas de Jesús para niños. Cada historia susurra su nombre, de la editorial Zondervan, por si alguien busca una biblia infantil cristocéntrica y libre de estereotipos racistas.

 

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