EL CORONAVIRUS: Carmiña Navia Velasco

EL CORONAVIRUS

Cuando estábamos ocupados en mucha cosas; cuando nuestras agendas estaban desbordadas y no cabían los carros en la ciudad que se había vuelto un caos de ruidos y contaminación; cuando corríamos como locos de un lado para otro… llegó el coronavirus y nos dijo: ¡Paren! no se atropellen más, así no llegan a ninguna parte. Los humanos y humanas de este siglo XXI que no sabemos estar quietos, empezamos entonces a imaginar mil tramas y a disparar interpretaciones y teorías (escritos como este), para entender la orden de quietud y el pánico al contagio, para entender al virus, para entender esta muerte masiva que se nos vino encima, además de las otras muertes masivas que ya nos rodeaban.

En sordina o en alta voz, unos más y otras menos cocinaron a fuego lento la teoría de un complot en un laboratorio enemigo invisible, para dañarnos y encerrarnos.  Es una teoría que se cae por sí misma. La Humanidad ha sido azotada por pestes y pandemias a todo lo largo de su historia. Ya los clásicos griegos nos hablan de ellas y el segundo libro de la Biblia nos cuenta que en Egipto se sucedieron siete plagas. Europa y el Oriente vivieron sus respectivas epidemias, pandemias y catástrofes. Podemos revivir el horror si leemos La Peste de Camus o El diario de la peste  de Defoe.

Como dice Yuval Noah Harari, en su artículo sobre la falta de liderazgo hoy en el mundo:
Las epidemias mataron a millones de personas mucho antes de la era actual de la globalización. En el siglo XIV no había aviones ni cruceros, y sin embargo, la Peste Negra se extendió desde el este de Asia hasta Europa occidental en poco más de una década. Mató entre 75 y 200 millones de personas, más de una cuarta parte de la población de Eurasia. En Inglaterra, cuatro de cada diez personas murieron. La ciudad de Florencia perdió 50,000 de sus 100,000 habitantes. En marzo de 1520, un solo transportista de viruela, Francisco de Eguía, aterrizó en México. En ese momento, América Central no tenía trenes, autobuses o incluso burros. Sin embargo, en diciembre, una epidemia de viruela devastó toda América Central, matando según algunas estimaciones hasta un tercio de su población. [En la lucha contra el coronavirus le falta liderazgo a la humanidad. En: https://www.perfil.com/noticias/opinion/yuval-noah-hrari-coronavirusliderazgo-humanidad.phtml]
Y nuestros padres y abuelos presenciaron de lejos (en un mundo menos comunicado que este nuestro) la última de estas: “gripa española” fue llamada y se llevó a su paso a cientos de miles de personas. Después vinieron otras de menor dimensión (El ebola, la gripa asiática, el H1N1…).

Además la teoría del laboratorio no se explica porque el sistema entero se puede derrumbar: nadie se beneficia con el Coronavirus y menos que nadie los poderosos y los ricos, las bolsas de valores se desploman y el conjunto del capital tiembla y tirita. Y aunque a los humanos nos falta raciocinio no se genera un mal para dañar a otros y dañarse a sí mismo. Esta teoría de la elaboración en un laboratorio, cala desde alguna mala ciencia ficción y algunas distopías baratas de la televisión… en las que seres vivientes y malignos persiguen a los pobres humanos que no pueden o no saben librarse.

No hay que imaginarse estos seres extraños, medio interplanetarios… bastante distopía ya vivimos en un mundo en el que miles de personas mueren de hambre, en el que la salud es beneficio de unos cuantos, en el que la injusticia y el desorden campean, en el que la ciudad, nicho para vivir en compañía, se volvió un solo caos.

Hay algunos y algunas que nos dicen que el mundo cambiará, que después de esto, sabremos valorar lo verdadero, nos ocuparemos más de las relaciones en profundidad, respetaremos nuestro planeta tierra y viviremos más amablemente. Yo realmente no lo creo. Creo que todos y todas estamos esperando que “esto pase” para retomar nuestra vida igual que antes… las empresas lo esperan, los gobiernos lo esperan, las iglesias lo esperan, por supuesto la televisión y el mundo del “entretenimiento”… y tal vez es legítimo esperarlo. También yo espero reencontrar el abrazo, los ojos, las manos de amigas y de amigos, la familia…

La única forma de realizar un cambio es si nuestra conciencia como seres humanos crece madura, da un salto en profundidad hacia adelante, en humanidad. El hombre y la mujer de este siglo XXI, con sus tecnologías han llegado a creerse omnipotentes y todopoderosos, hasta vida producen en sus laboratorios y remedos de humanos en sus técnicas… un horizonte abierto de poder egolátrico: su única utopía. Y sin embargo, un virus, un micro-organismo que no podemos ver pero que nos invade, que se escapa y no entendemos cómo, nos ha reducido a la vulnerabilidad y a la impotencia… a la desesperación y a la desesperanza.

La medicina con toda su dedicación y posibilidades no logra ya no sólo vencerlo si no tan sólo controlarlo mínimamente. Los humanos no podemos ante este invasor invisible. Dios vuelve a aparecer -desde su exilio- en los labios de una gran proporción… Pero no un Dios que nos invita a mirar hacia adentro, a volvernos más éticos, a amar a los hermanos y hermanas… tan solo un pobre Dios-tapagujeros que nos haga el milagro de alejar la pandemia.

Ojalá el cambio sea posible y nos invitemos a una transformación de la  conciencia… ojalá comprendamos que el ser humano y el mundo que entre todos y todas construimos puede ser diferente: la vida más amable, el horizonte menos lleno de necesidades fabricadas para el consumo interminable; el deseo más alto y más profundo, más verdadero y el corazón más cerca. Ojalá nuestra conciencia se talle con rumbos de una vida en armonía, en fraternidad y sororidad. Ojalá nos acerquemos a la Divinidad que nos espera en el silencio y el abrazo, no para solucionarnos lo que nosotros no alcanzamos, sino para que nuestro corazón se expanda y se haga sencillamente humano.

Carmiña Navia Velasco
24 de Marzo de 2020.
Día de San Romero de América, pastor del mundo pobre.

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