Olga
Lucia Alvarez Benjumea.ARCWP*
Es verdad. Le llegué tarde a Felipe (4 años) después
de haberle mandado a decir; que en la tarde, pasaba a saludarlo. El niño había
tenido un accidente en su bicicleta y se había maltratado su piecito con los
rayos. No es que me hubiera olvidado, eso jamás, soy consciente de las
cicatrices que deja en el alma, de un niño/a el que un adulto le fallé o
engañe.
En la noche llamé a disculparme, pero no pasé buena
noche. Aprovechando las circunstancias, cancelé el compromiso que tenia y
llamé en la mañana, a casa del niño. Pedí a la Abuela, le avisara, que ya salía
para allá. Llegué y el jovencito el saludo que me da, cruzando sus brazos y con
cara muy seria, me dice: “¿Por qué viniste tan tarde?”…
Era un regaño muy lindo, y espontaneo de alguien, que
siento que me quiere, que así no tenga sino 4 años, para mi es la imagen de
Dios, hecha niño haciéndome el reclamo. Este incidente, no pasó de ahí, nos
abrazamos, besamos y quedamos de amigos, para siempre. El niño, no me volvió a
pasar “la cuenta”, no me echó cantaleta, no divulgó mi falla, tampoco me la
echó en cara. Me puso a cargarle su osito preferido, y se le ocurrió que
me acompañaba, hasta coger el transporte de regreso, así que los vecinos y
amigos, me vieron con el osito alzado, pero no “haciendo el oso”.
En el caminar de la vida, continuamente estamos
recibiendo estos pequeños mensajes de llamado, que va haciendo su tejido
en nuestro espíritu, con nuestros; hoy si, mañana no y vamos aplazando y
aplazando el servicio en nuestra misión y compromiso. El llamado no es para
unos pocos/as, ha sido para todas/os, pero nos hemos ido entreteniendo y dando
muy “cortésmente” cada disculpa; no nos interesa, “mañana vuelvo”, vemos sin
mirar, oímos sin escuchar, nos asustamos, tenemos miedo, porque el llamado va
siendo cada vez más fuerte y sobretodo ¿por qué a mí? Esto no es para mí. Esas
son cosas de iglesia, de curas y monjas, a mí no me interesa.
Pero, Jesús, que es insistente y hasta cansón, me dice
que ahora no le saque la disculpa, que soy mujer, con juventud acumulada,
me muestra un Carlos, que es sordo y me enseña a escuchar, una/o discapacitado/a
o paralitico/a y me enseña a levantarme y andar, un Martin que es
ciego y me enseña a ver, una que vive en el pasado, que me enseña a recordar,
una/o adulto mayor que me enseña el futuro, una Virginia, que está enferma, y
me enseña sobre la salud y vida. Nosotras/os, él o ella, que sufren, me enseña
a sanar heridas, el necesitado/a me enseña a ser generosa. Cuando he aprendido
a recibir estas lecciones, esos rostros, como el de Andrés, Mercedes, María del
Carmen, Pastor, Reinaldo, Argelia, Gilma, Irma, Alberto, Margarita, me están
reclamando y diciendo: “¿Por qué viniste tan tarde?”
A este cuestionamiento, no se escapa ni el mismo
Jesús, cuando Marta la hermana de María y Lázaro le reclama y le dice: “si
hubieras estado aquí…”Juan 11:1-45.
“¿Por qué llegaste tarde?”, “si hubieras estado
aquí…” Lo siento, Señor, tenía el volumen de mi corazón muy alto, en
otros canales o estaciones, pero mis hermanas/os, me han halado el cable y me
he quedado mirándoles…solo me miran, nada me reprochan, no me critican, pero
con amor me reclaman, mi falta de presencia en el pasado, para haberles
evitado tanto dolor y sufrimiento. Hubiera evitado que les sacaran de sus
tierras (indígenas, negros y campesinos) que les violaran sus hijas, les
mataran haciéndoles “falsos positivos”. He llegado tarde para anunciar tu
Reino, para proclamar, tu Amor, tu Justicia, tu Paz, tu Prosperidad, tu
Misericordia, tu Bondad, tu Protección, tu Aceptación sin
discriminación, tu Trinidad en la UNIDAD del UNO, con rostro femenino.
Porque Tú me has creado a Tu imagen y semejanza. Ahora que te escucho, ya no me
dejas hacer la opción tan siquiera, ahora es un MANDATO que no puedo dejar de
escuchar.
Gracias, por mi vida que es Tu Vida, para darte a
conocer, para alabarte y bendecirte, manifestando Tu Poder y Tu Gloria. Amén.
*Presbitera católica romana.
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