Olga Lucia Álvarez Benjumea ARCWP*
Tanto en la Escuela como en el Colegio, teníamos
clases de costura. Confieso muy sinceramente que nunca aprendí la puntada de
“punto cruz” en mi costura. Mis maestras mucho se esforzaron en que la
aprendiera hacer, eso nunca sucedió era como si estuviera bloqueada.
Hoy, en la catarsis que hago a distancia, puedo entender
de mi subconsciente que algo se estaba sublevando en mi interior.
¿Relacionaba “punto cruz” con la Cruz del crucificado?
Los años, me han dado el espacio para poder manifestar
lo que en mi interior se estaba rebelando y hoy me atrevo a revelarlo.
Lo comparte después de poderle presentar de alguna
manera argumentada, sobre todo ahora que he descubierto, que somos más de un@s
lo que nos hemos sentido bloquead@s al intentar hacer “punto cruz”, según me lo
han comentado.
No puedo dejar de recordar, que algo semejante le pasa
a mi amiguito Samuel, cuando ve un Cristo, torturado y destrozado. El niño sale
corriendo gritando, espantado a refugiarse en los brazos de su mamá. Claro que su actitud es de manera más
consciente, la mía es una reacción no tan consciente.
Recuerdo, de niña en mi parroquia el Jesús Resucitado.
Solo lo veíamos cada año por la Pascua. El Domingo de Pascua de resurrección,
en la procesión entraba al templo muy orondo por toda la nave central y lo
colocaban luego a un lado. Por qué y cómo fue que aquella frase de Pablo: “si
Cristo no resucito, vana es nuestra fe”, I Corintios 15:14, ¿desaparece el resto del tiempo? Es más, la
imagen como tal, pasado el tiempo pascual desparece del templo.
Se siente en el ambiente que el poder religioso y se
confirma, que la institución como tal les conviene más un Jesús muerto que
resucitado.
Cristo resucitado, un Cristo desconocido.
Cuenta la historia, que los primeros cristianos en sus
inicios, la cruz, no era un símbolo de mostrar por ser en ella el procedimiento
de castigo y suplicio para los delincuentes, además servía como señalamiento para
perseguir a los seguidores de Cristo. Es decir, la cruz no fue el primer
símbolo de los cristianos, como hoy le conocemos.
Se le debe al emperador Constantino, (312-313 d.C.) el
hacer de la cruz un símbolo de poder, y de dominación, llevada en los
estandartes de su ejército en primera fila, a lo largo y ancho de sus luchas
ambiciosas y de paso suspender la persecución a los cristianos dándole un
amplio crecimiento al cristianismo mediante la cruz hecha un valor primordial
universal.
Sin descartar lo anterior como símbolo de poder, vemos
cómo se ha generado alrededor de la cruz todo un halo de superstición de
protección y nada de resurrección.
Debemos a Tertuliano entre los siglos II y III quien
nos hace manifiesto el uso personal y conocido del signo de la cruz, afirmando:
“Si
nos ponemos en camino, si salimos o entramos, si nos vestimos, si nos lavamos o
vamos a la mesa, a la cama, si nos sentamos, en estas y en todas nuestras
acciones nos marcamos la frente con el signo de la cruz” (La corona de los
soldados, III,4).
De muy buena voluntad la iglesia
institucional, nos ha presentado la cruz como un signo de protección.
Sin menospreciar lo
anterior, esta llegando la hora de presentar a Cristo resucitado, como ha de ser:
el símbolo central del cristianismo.
Presentemos a Cristo
resucitado sin agüeros y sin supersticiones. Dejémosle entrar en nuestro
interior orondo y triunfador pleno de vida, de la misma manera que aparece un
recién nacido a la vida, sin cánones moralistas.
Cristo resucitado es el de
mostrar, glorioso, triunfante, no hay que esconderle más en la sacristía hasta
la próxima pascua. No tenemos por qué avergonzarnos de su desnudez.
Qué así ha sido siempre, que doctores tiene la santa
madre iglesia, que los santos padres de la iglesia así los dispusieron.
Volvamos a leer el texto de la Resurrección, sin
prejuicio, sin morbo, sin moralismo, solo simple y llanamente. Preguntémosle al
texto que nos quiere decir, con nuestra mente y corazón abierto a la realidad,
que nos enseña, quienes nos hablan de la Resurrección de Cristo?:
“….
hallaron removida la piedra del sepulcro; y entrando, no hallaron el cuerpo del
Señor Jesús. Aconteció que estando ellas perplejas
por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes;
y como tuvieron temor, y bajaron el rostro a tierra, les dijeron: ¿Por qué
buscáis entre los muertos al que vive? No está
aquí, sino que ha resucitado. Recuerden de lo que les habló, cuando aún estaba
en Galilea, diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en
manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día. Entonces
ellas se acordaron de sus palabras, y volviendo del sepulcro, dieron nuevas de
todas estas cosas a los once, y a todos los demás. Eran
María Magdalena, y Juana, y María madre de Jacobo, y las demás con ellas,
quienes dijeron estas cosas a los apóstoles. Mas a
ellos les parecían locura las palabras de ellas, y no las creían. Pero
levantándose Pedro, corrió al sepulcro; y cuando miró dentro, vio los lienzos
solos, y se fue a casa maravillándose de lo que había sucedido”.
Lucas 24: 1-12
Amén.
*Presbitera católica
romana
Abrirl 29/11
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