13 sept. de 2019
Alguien excepcional
Por: Helena Urán Bidegain
No son las figuras que sobresalen por su desempeño, sino aquellas que además de sobresalir, no se dejan intimidar por una mayoría indolente, ni por los poderosos frente a las injusticias, las que, tarde o temprano, quedan grabadas en la historia por ser excepcionales.
Este es el caso en Alemania de Fritz Bauer (1903-1968). Hoy, este jurista es recordado por su inusual coraje en una época cuando se querían mantener en el olvido los crímenes de un régimen atroz como fue el del nacional socialismo (1933-1945). Dejar atrás enterrados los delitos cometidos por los responsables de más alto rango y así otorgarles la libertad a los criminales que representaron al Estado.
La guerra había acabado, la República Federal Alemana vivía ya en época de posguerra, pero la sociedad alemana, aquella que había tolerado y no pocas veces alentado a que se llegara a tal grado de violencia y brutalidad, no estaba dispuesta a destapar su responsabilidad sobre lo sucedido. Mucho menos, tenía el Estado interés en que se esclarecieran los crímenes más atroces, cometidos por sus políticas perversas y dejar así en evidencia sus obligaciones.
Entre 1950 y 1968, siendo ya fiscal, Fritz Bauer fue estigmatizado y aislado por negarse a aceptar la continuación de leyes y normas sociales que preservaban la mentira y la injusticia. Mientras que él había tenido que huir en 1936 hasta el final de la guerra, sus colegas habían trabajado en el aparato de justicia y en los tribunales nazis, así que eran pocos los que compartían su impulso por lograr verdad jurídica y justicia.
En un momento cuando el país entero, con algunas excepciones, parecía no entender la dimensión de lo sucedido o simplemente no tener problema con su pasado de horror, Fritz Bauer fue desacreditado y vilipendiado por no acomodarse a todo un sistema que pretendía vivir el futuro sin tener que confrontar un pasado que lo hacía responsable de llevar a más de 60 millones de personas por toda Europa a la muerte.
Gracias a Bauer se iniciaron en 1959 las primeras investigaciones en la República Federal Alemana contra 22 miembros y dirigentes de las SS en el campo de concentración y exterminio de Auschwitz. También fue gracias a él que se logro la captura de Adolf Eichman, un teniente coronel y uno de los mayores responsables de la solución final “en la cuestión judía” quien había huido como muchos otros nazis al final de la guerra para esconderse en Argentina.
Eichman terminó en 1960 en el banquillo de los acusados y fue condenado a la pena de muerte. Gracias a estos hechos Alemania ha crecido como sociedad y es hoy una de las democracias más sólidas de occidente.
La osadía de Fritz Bauer por destapar y denunciar casos lo llevó a reunir muchos enemigos y sufrir persecución. Una de sus frases más conocidas “Wenn ich mein Büro verlasse, betrete ich Feindesland” (en español “Cuando salgo de mi oficina entro en territorio enemigo”) refleja lo que tuvo que vivir.
En Colombia hay un caso que recuerda al de Fritz Bauer y es el de la exfiscal Ángela María Buitrago. No solo por su valentía y compromiso, sino también porque en los dos casos ha quedado posteriormente constatado que sus acusaciones eran justas.
La Dra. Buitrago ha confrontado a varios poderosos, que en cambio sus colegas no se han atrevido a tocar, como el político Ciro Ramírez por sus vínculos con grupos paramilitares. Llevó tras las rejas al gobernador de Meta Edilberto Castro implicado de homicidio, al exdirector de la Fiscalía de Medellín Guillermo León Valencia Cossio por abusar de su investidura para proteger a narcotraficantes, adelantó investigaciones contra el exdirector del DAS Jorge Noguera por interceptaciones ilegales. Y puso contra la pared a varios militares de alto rango implicados en la retoma del Palacio Justicia en 1985.
En el caso de la Dra. Buitrago, llama la atención que a pesar de haberse ella atrevido a denunciar a mafiosos, narcotraficantes o paramilitares, entre otros bandidos, es al acusar a militares que ella se ve fuertemente asediada en lo personal y laboral.
Siendo fiscal del caso de la toma y retoma del Palacio de Justicia en 2007, la Dra. Buitrago fue destituida de su cargo, sin razones de fondo, inmediatamente después de llamar a indagatoria a tres generales en retiro (Jesús Armando Arias Cabrales, Rafael Hernández y Carlos Alberto Fracica) por la ejecución extrajudicial del magistrado auxiliar Carlos Urán. Tras su salida de la Fiscalía, sus colegas han hecho poco, o nada, por adelantar las investigaciones y estas se han mantenido congeladas.
En una reciente entrevista realizada por la periodista Cecilia Orozco, para el diario El Espectador, la Dra. Buitrago afirma que en su trayectoria ha acusado a varias personas acorde a las pruebas y que posteriormente han sido condenadas por los jueces competentes. En algunos casos ha habido manifestaciones públicas de disconformidad, como es natural, pero solo al denunciar a militares como el (entonces coronel) Plazas Vega es que ha sufrido realmente persecución.
Por su denuncia contra Plazas Vegas ha tenido que enfrentar más de 13 indagaciones disciplinarias en su contra, radicadas por diferentes personas, en el Consejo de la Judicatura en las que se investigó su conducta. Todas han sido al final archivadas por no existir ninguna falta en su desempeño como abogada ni como funcionaria pública. El órgano disciplinario confirmó además que su actuación como fiscal en el caso de Plazas Vegas fue legítima y legal además de ser pertinente dentro del proceso. Hace unos meses la Corte Suprema de Justicia también avaló su conducta después de estar sometida a investigaciones durante 14 años.
El caso de la exfiscal Ángela María Buitrago, hoy en Colombia, tiene sin duda muchos paralelos al caso del fiscal Fritz Bauer en Alemania.
Ojalá que Colombia pueda, gracias a personas como ella, avanzar para que también este país sea uno donde los poderosos son juzgados sin que haya que temer por la vida de los que los investigan y denuncian, donde los crímenes salen a la luz y se reivindican los derechos de las víctimas, donde se viva en democracia.
Seguro es que la Dra. Buitrago, llamada hoy “la fiscal de hierro”, no solo será recordada dentro del ámbito de los juristas colombianos, sino que será una persona que pasará a la historia como alguien excepcional.
14 sept. de 2019
Cumplir con el Acuerdo de Paz es cumplirle a la mujer rural
Por Laura Macías*.
Poco se habla de la relación entre violencia contra la mujer y su nivel de empoderamiento económico, a pesar de ser este último fundamental para abordar la violencia sistemática contra las mujeres en cualquier parte del mundo. Jacqui True, investigadora en estudios de paz y género de la Monash University en Australia, explica la relación entre las cadenas de suministro globales, en el actual orden económico, y la violencia contra la mujer. Su argumento principal es que el acceso a recursos productivos afecta el acceso a la justicia y a la seguridad física de las mujeres.
Leyendo el libro de True, tras cada línea, me era imposible no recordar el texto del Acuerdo de Paz y por supuesto la vergonzosa campaña de desprestigio contra el enfoque de género, la mal llamada ideología de género. El texto producido en La Habana tiene como fin, entre muchos otros, a través del enfoque de género, garantizar recursos económicos y productivos a aquellas mujeres víctimas del conflicto armado como una forma de reparación, pero sobre todo como garantía de no repetición.
Tristemente, las estadísticas demuestran que tras la finalización de un conflicto armado, en el caso colombiano entre las FARC y el Estado, la violencia contra las mujeres no finaliza, se exacerba. Tras el fin del conflicto las cifras de violencia doméstica y violencia sexual aumentan. El acuerdo se anticipaba a este fenómeno implementando medidas como el acceso a la tierra para las mujeres rurales.
Si de algo hay que hablar es de la situación de la mujer rural en Colombia, el principio de interseccionalidad no puede ser un concepto vago cuando hablamos de violencia contra las mujeres. Muchas de las luchas feministas actuales, sobre todo en países occidentales, siguen construyéndose sobre el privilegio, olvidándose que no es lo mismo ser mujer blanca en la ciudad, que mujer negra o indígena en el campo.
En Colombia las mujeres rurales son quienes dedican más tiempo al trabajo no remunerado –economía del cuidado- y participan menos en el mercado laboral. Revisando el informe de 2017 sobre empoderamiento económico de las mujeres, de la Alta Consejería para la Equidad de la Mujer (antes que le bajaran el estatus a solo Consejería), las mujeres en la ruralidad dedican 36 horas a la semana -prácticamente una jornada laboral entera- al trabajo doméstico. 92% de ellas participan en la economía del cuidado, en contraste con el 57% de los hombres. Solo el 35% de las mujeres rurales participan de la “economía paga”, es decir, cuentan con algún tipo de ingreso producto de su trabajo.
El desempoderamiento económico de las mujeres en la ruralidad en el país es aterrador. Paradójicamente, a pesar que son ellas quienes en mayor medida trabajan la tierra, son quienes menos títulos de propiedad tienen a su nombre. Por eso el asunto de la tierra debe ser también una lucha feminista en este país, y en el mundo entero.
A las mujeres, y sobre todo a aquellas en la ruralidad, hay que empoderarlas a través de políticas públicas económicas sensibles al género, como una de las muchas estrategias para combatir la violencia contra ellas. Y esto no se trata de incluirlas en este mercado laboral precario e informal de una manera abrupta –muchas de las políticas actuales así lo hacen- eso es victimizarlas aún más. Se trata de construir un modelo económico que anteponga la dignidad, que deje de abordar al trabajo como un commodity más; se trata de fortalecer las políticas de protección social y de resolver el problema de la tierra… Se trata de cumplir con lo firmado en los acuerdos de la Habana.
Comentarios
Publicar un comentario