La Iglesia 'marxista' reta a Francisco

Los obispos alemanes, con el cardenal Marx a la cabeza, chocan con el Vaticano por su deseo de debatir temas candentes como la moral sexual, el celibato y la ordenación de mujeres
Al Papa Francisco se le ha abierto un segundo frente interno. Junto a una parte del sector ultraconservador católico, principalmente de Estados Unidos, que le acusa de herético y comunista, entre otras lindezas, a Jorge Mario Bergoglio le llega ahora un nuevo desafío, aunque en esta ocasión justo desde el otro extremo de las sensibilidades eclesiales. Se trata del episcopado alemán, uno de los más ricos e influyentes del mundo, que comenzará a finales de año un sínodo nacional de dos años de duración en el que tratará de responder a la rampante descristianización que afronta el país, golpeado además por el escándalo de los abusos. En esta asamblea se pretenden afrontar temas tan espinosos para la Iglesia católica como la moral sexual, la reformulación de la autoridad dentro de las comunidades, el celibato sacerdotal y la instauración de ministerios ordenados para las mujeres.
El debate ha provocado un pulso entre la Conferencia Episcopal Alemana (CEA) y el Vaticano, que considera que estas cuestiones competen a toda la Iglesia universal y, por tanto, no pueden afrontarse de manera aislada en un país. Al presidente del episcopado germano, el cardenal Reinhard Marx, arzobispo de Múnich, le tocará dar estos días explicaciones al Pontífice argentino sobre los complejos melones que la CEA parece dispuesta a abrir. Bergoglio y Marx coincidirán en el ciclo de tres días de reuniones del Consejo de Cardenales, el grupo de altos prelados que ayudan a Francisco en la reforma de la Curia romana y en el gobierno de la Iglesia.
Marx, que este sábado cumple 66 años, es uno de los seis purpurados que forman parte de este gabinete, conocido como C-6. Está considerado una figura de gran peso porque es además coordinador del Consejo para la Economía, el organismo instituido por el Papa para controlar y vigilar la gestión económica y la estructura administrativa de los dicasterios de la Curia romana. Por si fuera poco, el nombre del presidente del episcopado germano se escucha en los pasillos vaticanos como posible nuevo prefecto del 'ministerio' de Economía. Sucedería al cardenal australiano George Pell, encarcelado desde el pasado mes de febrero en su país tras ser condenado por abusos sexuales a menores.
Pese a su cercanía con Francisco, la posición de Marx a favor de debatir en su tierra y por su cuenta sobre cuestiones que tocan principios doctrinales de la fe ha provocado muchas suspicacias en Roma. «La gente se cree que el Papa sólo piensa en los ultraconservadores cuando habla de que puede haber un cisma en la Iglesia, pero el verdadero peligro no está ahora mismo en América, sino en Alemania».
Un anciano cardenal, ya jubilado, comenta las palabras que dijo Francisco en el vuelo de vuelta a Roma tras su viaje a África la semana pasada, cuando confesó que «no le tiene miedo» a una ruptura dentro de la comunidad católica, aunque «reza» para que no se produzca. «Los obispos alemanes han organizado un sínodo que supone un desafío. Ya han recibido dos avisos del Vaticano. Esperemos que entiendan el mensaje», dice el viejo purpurado que, como tantos eclesiásticos de la Santa Sede, sólo accede a hablar con la prensa con la condición de no ser citado por su nombre.
Llamada al orden
El primero de los 'avisos' a los que se refiere llegó el pasado junio, cuando Bergoglio escribió un mensaje a los católicos alemanes en el que los invitó a «no encerrarse» en ellos mismos ni olvidarse de que «la Iglesia universal vive en y de las Iglesias particulares». Pese a su diplomático lenguaje, la carta era una clara llamada al orden.
Aún más directa fue la misiva que le envió a Marx a principios de septiembre el cardenal canadiense Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos, junto a una amenazante evaluación canónica a cargo del arzobispo italiano Filippo Iannone, presidente del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos. Ouellet le dijo al presidente del episcopado alemán que siga lo que les pidió el Papa y se centre en la evangelización, mientras que Iannone fue un paso más allá y advirtió claramente a Marx de que va por el mal camino al querer afrontar estos polémicos asuntos: «Son temas que no tocan sólo a la Iglesia de Alemania, sino a la Iglesia universal y que, con pocas excepciones, no pueden ser objeto de deliberaciones y de decisiones de una Iglesia particular».
Pese a las advertencias, los obispos alemanes siguen con su hoja de ruta y aseguran que el análisis de Iannone se refiere a un borrador anterior del programa del sínodo, una respuesta que no convence en el Vaticano, donde además llueve sobre mojado con Marx y compañía. El año pasado ya hubo un choque entre la Iglesia germana y la Santa Sede a cuentas de la intercomunión. Se trata de la posibilidad de que en un matrimonio formado por un católico y un protestante, algo muy habitual en Alemania, el miembro de esta última comunidad pueda acceder al sacramento de la Eucaristía en una parroquia fiel a Roma. La CEA abrió las puertas a la intercomunión en algunas circunstancias en febrero de 2018 con un documento que abrió una enorme polémica, hasta el punto de que siete prelados conservadores del país se opusieron y apelaron a Roma. El jesuita español José Luis Ladaria, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, les dio la razón en una carta enviada a Marx, en la que dice que la intercomunión plantea una serie de problemas de «notable relevancia» que «tocan la fe» católica y tienen implicaciones para toda la «Iglesia universal».
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