Iglesias evangélicas y el poder conservador en Latinoamérica. Aporte del Pai Francisco Oliva (Paraguay)
Hasta la
segunda mitad de la década de los ‘80, la derecha religiosa de los Estados
Unidos era considerada una minoría de fanáticos. Sin embargo a partir 1988, con
la irrupción en la escena política de Pat Robertson, comenzó un aluvión de
“mensajeros divinos” que supieron ganar espacios en las democracias
americanas.
Pat
Robertson es un telepredicador que envía su mensaje a todo Estados Unidos y a
180 países en más de 70 idiomas. Patrocinado por el Partido Republicano
compitió por la presidencia de su país, aunque se retiró antes de que su amigo
personal, George Bush (padre), resultara ganador de las primarias. "Dios
me ha enviado aquí para comprar tu emisora", dijo Robertson cuando
adquirió por 37 mil dólares una televisión local de Virginia a la que rebautizó
"Christian Brodcasting Network" (CBN). Según el propio Robertson, el
objetivo único de CBN es "Alabar a Dios Todopoderoso". Paralelamente
Robertson fundó la poderosa Coalición Cristiana, una influyente red de
predicadores que ganaron espacio en la política como consejeros y asesores.
Jair
Bolsonaro, Sebastián Piñera, Lenin Moreno, Iván Duque, Mauricio Macri y la
autoproclamada presidenta de Bolivia, Jeanine Áñez, han gozado del respaldo de
las iglesias evangelistas que jugaron a su favor durante sus campañas
La
influencia de Robertson y de sus medios de comunicación se hizo visible por
primera vez durante la elección presidencial en la que George Bush hijo obtuvo
la victoria. El 40 por ciento de los votos procedieron de las fuerzas
extremistas evangelistas que estaban bajo su liderazgo. En su campaña por
Bush, Robertson había insistido en los temas de corte moral sobre los cuales
los evangélicos conservadores llevaban años insistiendo, como la obligatoriedad
de las oraciones en las escuelas y la concientización anti-aborto. George W.
Bush ganó la Casa Blanca sólo con el apoyo de los evangélicos. “Creo que Dios
quiere que yo sea presidente”, afirmó el texano durante su investidura.
A partir de
ese momento la imagen de Robertson creció. Y su mensaje fue expandiéndose hasta
lograr convertirlo en el dueño de un imperio valorado en 200 millones de
dólares repartidos por Asia, Oriente Medio, África y Latinoamérica. Además de
la televisión y las emisoras de radio, Robertson posee una universidad, una
compañía aérea; incluso una productora de cine en Hollywood. Con semejante poder,
el fundador de la Coalición Cristiana no dudó en publicar sus opiniones
respecto de los males que aquejan a Occidente. El 11 de septiembre de
2001, tras los ataques a las Torres Gemelas, Robertson aseguró que
aquello "fue un castigo divino, porque esta ciudad esté llena de
paganos, abortistas, feministas, gays, lesbianas y organizaciones liberales de
toda índole".
El imperio
de Robertson continuó esparciéndose y tendiendo lazos en América Latina. En
2005, durante su programa “The 700 club”, en la cadena CBN, el predicador y ex
candidato a presidente de los Estados Unidos aseguró que su país debía
“asesinar a Hugo Chávez”. “Tenemos la capacidad de eliminarlo y creo que ha
llegado el momento de ejercer esa capacidad”, dijo de cara a la cámara.
La influencia
de Robertson es tan poderosa que se ha convertido en el nuevo actor de la vida
política latinoamericana. Los grupos evangélicos se han propagado rápidamente
ganándole terreno al monopolio que le pertenecía desde hace siglos al
catolicismo. Su poder crece y logra instalar en la agenda periodística y en la
opinión pública un discurso conservador y anti-derechos.
El informe
del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), titulado “Iglesias evangélicas y el poder conservador en Latinoamérica”,
indica que “el evangelismo explota políticamente su gran despliegue mediático
gracias a sus propias emisoras, canales de televisión y redes sociales, que
dejan en desventaja a los demás candidatos del sistema político”. Estos medios
están caracterizados por una enorme capacidad económica y son “fervientes
defensores del neoliberalismo y la sociedad de consumo”.
Jair
Bolsonaro, Sebastián Piñera, Lenin Moreno, Iván Duque, Mauricio Macri y la
autoproclamada presidenta de Bolivia, Jeanine Áñez, han gozado del respaldo de
las iglesias evangelistas que jugaron a su favor durante sus campañas, o, en el
caso de Áñez, de su golpe de Estado. La participación de las iglesias
evangélicas en la política latinoamericana alimentó a la ultraderecha para
impulsar su agenda conservadora mediante candidatos propios o entregando el
apoyo a quienes promueven sus principios.
Según el
filósofo y teólogo Enrique Dussel, “Estados Unidos propicia una guerra santa
para provocar derrocamientos en América Latina”.
Los
intentos de desestabilizar a los gobiernos progresistas de la región mediante
campañas mediáticas, lawfare, fake news, golpes blandos a través de los que
consiguieron desgastar e incluso encarcelar a los líderes populares, son
algunos ejemplos detrás de los cuales la cruzada evangélica en la región
tuvo su peso. “Nuestra fuerza es de Dios, el poder es de Dios”, dijo la
presidenta de facto de Bolivia, Janine Áñez, enarbolando una biblia; en la que
tal vez sea la imagen más representativa de la guerra santa declarada en
Latinoamérica.
_______________________________________________
Enviado
por
Vicente
De Luca
Hasta la
segunda mitad de la década de los ‘80, la derecha religiosa de los Estados
Unidos era considerada una minoría de fanáticos. Sin embargo a partir 1988, con
la irrupción en la escena política de Pat Robertson, comenzó un aluvión de
“mensajeros divinos” que supieron ganar espacios en las democracias
americanas.
Pat
Robertson es un telepredicador que envía su mensaje a todo Estados Unidos y a
180 países en más de 70 idiomas. Patrocinado por el Partido Republicano
compitió por la presidencia de su país, aunque se retiró antes de que su amigo
personal, George Bush (padre), resultara ganador de las primarias. "Dios
me ha enviado aquí para comprar tu emisora", dijo Robertson cuando
adquirió por 37 mil dólares una televisión local de Virginia a la que rebautizó
"Christian Brodcasting Network" (CBN). Según el propio Robertson, el
objetivo único de CBN es "Alabar a Dios Todopoderoso". Paralelamente
Robertson fundó la poderosa Coalición Cristiana, una influyente red de
predicadores que ganaron espacio en la política como consejeros y asesores.
Jair
Bolsonaro, Sebastián Piñera, Lenin Moreno, Iván Duque, Mauricio Macri y la
autoproclamada presidenta de Bolivia, Jeanine Áñez, han gozado del respaldo de
las iglesias evangelistas que jugaron a su favor durante sus campañas
La
influencia de Robertson y de sus medios de comunicación se hizo visible por
primera vez durante la elección presidencial en la que George Bush hijo obtuvo
la victoria. El 40 por ciento de los votos procedieron de las fuerzas
extremistas evangelistas que estaban bajo su liderazgo. En su campaña por
Bush, Robertson había insistido en los temas de corte moral sobre los cuales
los evangélicos conservadores llevaban años insistiendo, como la obligatoriedad
de las oraciones en las escuelas y la concientización anti-aborto. George W.
Bush ganó la Casa Blanca sólo con el apoyo de los evangélicos. “Creo que Dios
quiere que yo sea presidente”, afirmó el texano durante su investidura.
A partir de
ese momento la imagen de Robertson creció. Y su mensaje fue expandiéndose hasta
lograr convertirlo en el dueño de un imperio valorado en 200 millones de
dólares repartidos por Asia, Oriente Medio, África y Latinoamérica. Además de
la televisión y las emisoras de radio, Robertson posee una universidad, una
compañía aérea; incluso una productora de cine en Hollywood. Con semejante poder,
el fundador de la Coalición Cristiana no dudó en publicar sus opiniones
respecto de los males que aquejan a Occidente. El 11 de septiembre de
2001, tras los ataques a las Torres Gemelas, Robertson aseguró que
aquello "fue un castigo divino, porque esta ciudad esté llena de
paganos, abortistas, feministas, gays, lesbianas y organizaciones liberales de
toda índole".
El imperio
de Robertson continuó esparciéndose y tendiendo lazos en América Latina. En
2005, durante su programa “The 700 club”, en la cadena CBN, el predicador y ex
candidato a presidente de los Estados Unidos aseguró que su país debía
“asesinar a Hugo Chávez”. “Tenemos la capacidad de eliminarlo y creo que ha
llegado el momento de ejercer esa capacidad”, dijo de cara a la cámara.
La influencia
de Robertson es tan poderosa que se ha convertido en el nuevo actor de la vida
política latinoamericana. Los grupos evangélicos se han propagado rápidamente
ganándole terreno al monopolio que le pertenecía desde hace siglos al
catolicismo. Su poder crece y logra instalar en la agenda periodística y en la
opinión pública un discurso conservador y anti-derechos.
El informe
del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), titulado “Iglesias evangélicas y el poder conservador en Latinoamérica”,
indica que “el evangelismo explota políticamente su gran despliegue mediático
gracias a sus propias emisoras, canales de televisión y redes sociales, que
dejan en desventaja a los demás candidatos del sistema político”. Estos medios
están caracterizados por una enorme capacidad económica y son “fervientes
defensores del neoliberalismo y la sociedad de consumo”.
Jair
Bolsonaro, Sebastián Piñera, Lenin Moreno, Iván Duque, Mauricio Macri y la
autoproclamada presidenta de Bolivia, Jeanine Áñez, han gozado del respaldo de
las iglesias evangelistas que jugaron a su favor durante sus campañas, o, en el
caso de Áñez, de su golpe de Estado. La participación de las iglesias
evangélicas en la política latinoamericana alimentó a la ultraderecha para
impulsar su agenda conservadora mediante candidatos propios o entregando el
apoyo a quienes promueven sus principios.
Según el
filósofo y teólogo Enrique Dussel, “Estados Unidos propicia una guerra santa
para provocar derrocamientos en América Latina”.
Los
intentos de desestabilizar a los gobiernos progresistas de la región mediante
campañas mediáticas, lawfare, fake news, golpes blandos a través de los que
consiguieron desgastar e incluso encarcelar a los líderes populares, son
algunos ejemplos detrás de los cuales la cruzada evangélica en la región
tuvo su peso. “Nuestra fuerza es de Dios, el poder es de Dios”, dijo la
presidenta de facto de Bolivia, Janine Áñez, enarbolando una biblia; en la que
tal vez sea la imagen más representativa de la guerra santa declarada en
Latinoamérica.
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Enviado
por
Vicente
De Luca
Vicente De Luca
Hasta la
segunda mitad de la década de los ‘80, la derecha religiosa de los Estados
Unidos era considerada una minoría de fanáticos. Sin embargo a partir 1988, con
la irrupción en la escena política de Pat Robertson, comenzó un aluvión de
“mensajeros divinos” que supieron ganar espacios en las democracias
americanas.
Pat
Robertson es un telepredicador que envía su mensaje a todo Estados Unidos y a
180 países en más de 70 idiomas. Patrocinado por el Partido Republicano
compitió por la presidencia de su país, aunque se retiró antes de que su amigo
personal, George Bush (padre), resultara ganador de las primarias. "Dios
me ha enviado aquí para comprar tu emisora", dijo Robertson cuando
adquirió por 37 mil dólares una televisión local de Virginia a la que rebautizó
"Christian Brodcasting Network" (CBN). Según el propio Robertson, el
objetivo único de CBN es "Alabar a Dios Todopoderoso". Paralelamente
Robertson fundó la poderosa Coalición Cristiana, una influyente red de
predicadores que ganaron espacio en la política como consejeros y asesores.
Jair
Bolsonaro, Sebastián Piñera, Lenin Moreno, Iván Duque, Mauricio Macri y la
autoproclamada presidenta de Bolivia, Jeanine Áñez, han gozado del respaldo de
las iglesias evangelistas que jugaron a su favor durante sus campañas
La
influencia de Robertson y de sus medios de comunicación se hizo visible por
primera vez durante la elección presidencial en la que George Bush hijo obtuvo
la victoria. El 40 por ciento de los votos procedieron de las fuerzas
extremistas evangelistas que estaban bajo su liderazgo. En su campaña por
Bush, Robertson había insistido en los temas de corte moral sobre los cuales
los evangélicos conservadores llevaban años insistiendo, como la obligatoriedad
de las oraciones en las escuelas y la concientización anti-aborto. George W.
Bush ganó la Casa Blanca sólo con el apoyo de los evangélicos. “Creo que Dios
quiere que yo sea presidente”, afirmó el texano durante su investidura.
A partir de
ese momento la imagen de Robertson creció. Y su mensaje fue expandiéndose hasta
lograr convertirlo en el dueño de un imperio valorado en 200 millones de
dólares repartidos por Asia, Oriente Medio, África y Latinoamérica. Además de
la televisión y las emisoras de radio, Robertson posee una universidad, una
compañía aérea; incluso una productora de cine en Hollywood. Con semejante poder,
el fundador de la Coalición Cristiana no dudó en publicar sus opiniones
respecto de los males que aquejan a Occidente. El 11 de septiembre de
2001, tras los ataques a las Torres Gemelas, Robertson aseguró que
aquello "fue un castigo divino, porque esta ciudad esté llena de
paganos, abortistas, feministas, gays, lesbianas y organizaciones liberales de
toda índole".
El imperio
de Robertson continuó esparciéndose y tendiendo lazos en América Latina. En
2005, durante su programa “The 700 club”, en la cadena CBN, el predicador y ex
candidato a presidente de los Estados Unidos aseguró que su país debía
“asesinar a Hugo Chávez”. “Tenemos la capacidad de eliminarlo y creo que ha
llegado el momento de ejercer esa capacidad”, dijo de cara a la cámara.
La influencia
de Robertson es tan poderosa que se ha convertido en el nuevo actor de la vida
política latinoamericana. Los grupos evangélicos se han propagado rápidamente
ganándole terreno al monopolio que le pertenecía desde hace siglos al
catolicismo. Su poder crece y logra instalar en la agenda periodística y en la
opinión pública un discurso conservador y anti-derechos.
El informe
del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), titulado “Iglesias evangélicas y el poder conservador en Latinoamérica”,
indica que “el evangelismo explota políticamente su gran despliegue mediático
gracias a sus propias emisoras, canales de televisión y redes sociales, que
dejan en desventaja a los demás candidatos del sistema político”. Estos medios
están caracterizados por una enorme capacidad económica y son “fervientes
defensores del neoliberalismo y la sociedad de consumo”.
Jair
Bolsonaro, Sebastián Piñera, Lenin Moreno, Iván Duque, Mauricio Macri y la
autoproclamada presidenta de Bolivia, Jeanine Áñez, han gozado del respaldo de
las iglesias evangelistas que jugaron a su favor durante sus campañas, o, en el
caso de Áñez, de su golpe de Estado. La participación de las iglesias
evangélicas en la política latinoamericana alimentó a la ultraderecha para
impulsar su agenda conservadora mediante candidatos propios o entregando el
apoyo a quienes promueven sus principios.
Según el
filósofo y teólogo Enrique Dussel, “Estados Unidos propicia una guerra santa
para provocar derrocamientos en América Latina”.
Los
intentos de desestabilizar a los gobiernos progresistas de la región mediante
campañas mediáticas, lawfare, fake news, golpes blandos a través de los que
consiguieron desgastar e incluso encarcelar a los líderes populares, son
algunos ejemplos detrás de los cuales la cruzada evangélica en la región
tuvo su peso. “Nuestra fuerza es de Dios, el poder es de Dios”, dijo la
presidenta de facto de Bolivia, Janine Áñez, enarbolando una biblia; en la que
tal vez sea la imagen más representativa de la guerra santa declarada en
Latinoamérica.
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