CARTA ABIERTA A FRANCISCO I, PAPA.
Hermano
Francisco:
No creo que
nunca esta carta llegue a sus manos ni sea leída por usted, ni mucho menos
contestada. Me sale sin embargo desde muy adentro escribirla y mandarla a
recorrer el mundo
Quiero decirle
que lo admiro mucho. Usted es un líder espiritual de una gran sabiduría y
fortaleza. Creo que su intención de tener una vida coherente desde la sencillez
y la cercanía a la gente corriente es particularmente valiosa y nos habla de
una iglesia más cercana al espíritu de Jesús de Nazaret. Le escribo
principalmente con motivo de su viaje a Canadá, un viaje que usted ha definido
como de penitencia y petición de perdón a los pueblos indígenas por lo que
padecieron en manos de sectores eclesiales. Es un viaje valiente, especialmente
en sus condiciones de salud, y esa petición de perdón demuestra una sintonía
muy especial y necesaria con los marginados y maltratados de la historia. No es
la primera vez que usted pide perdón y hace gestos de acercarse a los otros, a
los distintos, a los y las que transitan por rutas diferentes, a los
desposeídos y sufrientes.
En sus actitudes
motivo mis palabras. La verdad, le confieso que no espero demasiado de la
iglesia. Es tan fuerte el desvío que ha tenido de los anuncios y llamados
evangélicos que no creo sea posible un regreso a los rumbos de Jesús. Sin
embargo, muchos de sus gestos y sus
palabras, me devuelven una muy débil luz de la esperanza…
Y ahora, mi
motivo central:
¿No cree que la
Iglesia, en su cabeza o en la de otra persona, tendría que pedir perdón a la
mujer, a las mujeres en general? Hay tantos motivos, a lo largo de la historia,
para ello: El silenciamiento a que ha sido y es sometida, la falta absoluta de
reconocimiento. El intentar robar la memoria histórica de una potencia como la
de María de Magdala. La condena del cuerpo femenino como un camino hacia el
pecado. La persecución a las brujas y sus asesinatos. La marginación y condena
a unas mujeres tan extraordinarias y visionarias como las Beguinas, el pasar
sobre ellas en silencio en todas las historias de la iglesia y memorias de cristianismo. Una lectura bíblica
que las ha identificado con el mal, con la “carne” y sus connotaciones
negativas, con el pecado. El no haberle dado jamás un lugar adecuado en la
estructura eclesial y el negarle la igualdad plena de derechos y oportunidades
en este ya avanzado siglo XXI.
Podría seguir
enumerando situaciones, pero en esta carta no se trata de eso. Tan sólo quiero
apelar a su sensibilidad tan fina en algunos aspectos y problemas, para que
ella se ubique frente a las mujeres creyentes y las anime a vivir nuevas
épocas, nuevos amaneceres, nuevas acogidas.
Confío en usted,
Papa Francisco. Sé que ha intentado reparar el gran error eclesial cometido con
las mujeres, al perderse de su aporte y riqueza… pero se trata hasta ahora de
intentos tímidos que no se concretan en los puntos nodales. Varias veces usted
ha hecho promesas, ha creado comisiones de estudio, ha ofrecido cambios reales
creando en muchas una gran ilusión… sin embargo a la hora de concretar, todo se
ha diluído. Tal vez usted no pueda cambiar mucho las cosas… tal vez está
cautivo de los poderes invisibles…
Pero pedir perdón SÍ puede. Está en
sus manos. Las mujeres que amamos al Maestro de Galilea, esperamos esa petición
que puede abrirnos a un futuro en abrazos sororos.
Pido a la Divina
Sabiduría lo bendiga y proteja.
Sororalmente,
Carmiña Navia
Velasco
Cali, Julio de
2022 - Desde el Círculo Espiritual María
de Magdala.
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